Toda profesión ligada históricamente a la mujer es minimizada, infravalorada.
El criar, educar y cuidar a la prole ha sido una actividad desarrollada mayoritariamente por mujeres, desde siempre, en más del 95% de las culturas descritas hasta la actualidad, lo que supone el 50% de todo lo que teníamos que hacer para subsistir como especie.
- Por un lado, debemos generar alimentos y protección, que en el mundo contemporáneo se traduce en generar dinero para comprarlos, además de cobijo, abrigo, …
- Por otro lado, debemos procurar que se prosiga con nuestro cometido, que haya quien se reproduzca y continúe el ciclo de la vida.
Pero ese segundo 50% no vale nada. O como mínimo, en el mejor de los casos, menos.
Sin nosotras la sociedad no hubiera perdurado, las mujeres han sacado adelante a las próximas generaciones, cuidaron de los heridos y de los ancianos durante toda nuestra existencia como especie.
Hace muy poco, y gracias a indomables y valientes luchadoras, podemos decidir; o por lo menos en eso estamos.
Decidir sobre qué queremos hacer con nuestras vidas, si queremos ocuparnos de la “producción” de productos, si es que así lo decidimos por que no nos da la gana de engendrar o criar, que es igual de legítimo, o si queremos ocuparnos de la “producción” de la próxima generación.
O si queremos compartir ambas tareas con otra persona. Y en qué cuantía.
Si pensásemos sólo en números (algo que para mi es un error enorme, pero tenemos así el mundo montado y no soy ajena a esa realidad) …¿Cuánto vale la vida de un nuevo niño? ¿Cuánto vale educarlo? ¿Cuánto vale alimentarlo con tu cuerpo, con tu esfuerzo? ¿Cuánto vale el hecho de que siga vivo porque haya quien lo cuide cuando tiene fiebre? ¿O el hecho de enseñarle que lastimar a otros no está bien? ¿Qué hay que querer y respetar? ¿Qué hay que ser responsable de tus propios actos? ¿Cuánto vale guardarlo como un tesoro 9 meses? ¿Cuánto vale protegerlo, como la mayor de las fortunas, durante una vida?
Puede que pudiésemos cuantificarlo como lo que ese futuro adulto producirá. Su potencial. Su potencial productivo. Pero a mi los números se me dan fatal, y además, eso se lo dejo a quien se le den mejor que a mi, y sobre todo, a quien le importen más.
Pero la mujer que libremente escogió la valiosa y dura vida de dedicarse en exclusiva a sus hijos, se le dice que no trabaja.
24 horas al día.
365 días al año.
Con cada llanto, con cada pataleta.
Con cada pañal y con todos los mimos.
Con todo el amor, siempre, sin descansos.
Porque la crianza no entiende de vacaciones ni de dolores de cabeza.
Nadie nos da una “baja de madre”.
La crianza sólo entiende de las necesidades de los que te necesitan.
Enorabuena a todas las madres, valientes, como tú, que me lees, que son tan tan vagas, que no tienen ni un día libre al año.
Creéroslo más.
Lo que hacéis, no tiene precio.